domingo, 25 de diciembre de 2016

Un cuento de Navidad


Un cuento de Navidad.


 Se acercaban unas fechas entrañables para todos y en el Gran Castillo había mucho trabajo que hacer y cosas que preparar.

 Gobernaban el castillo y sus tierras dos valientes caballeros y una dama. El Señor de la Ópera, le llamaban así porque era un apasionado de ese tipo de música, el Señor  Tic, por su afición a la tecnología de la época y la gran Dama Blanca. Eran tres buenos gobernantes, siempre estaban pendientes que todos los niños que vivían cerca del castillo estuviesen preparados para cualquier imprevisto en su día a día y que al mismo tiempo aprendiesen, disfrutasen y fuesen felices, muy muy felices. Hacían un gran  trabajo.



  En aquel castillo no solo habitaban ellos. Para ayudar a todos los niños del lugar contaban una compañía de magos y hadas que trabajaban concienzudamente cada día. Aquel castillo era maravilloso, se llenaba de niños y niñas cada mañana sus risas, sus inquietudes, sus juegos... animaban y motivaban  a las hadas y magos a continuar su trabajo y a crear cada día aventuras nuevas para todos. Y más aún en las fechas que se aproximaban, la Navidad. Aquel año habría sorpresas. 
Lo primero que hicieron fue decorarlo todo para la ocasión. En los salones y pasillos se notaba que la Navidad estaba cerca, árboles de Navidad, renos, los Reyes Magos de oriente asomaban por las ventanas y miles de adornos que hacían al castillo más encantador aún de lo que era.







  Una vez estaba el castillo listo uno de los gobernantes, el Señor Tic, acudió al Hada Biblioteca para que ésta con sus duendes cuenteros relataran a los niños sus historias. Nada más oír la propuesta ésta se sintió un poco intimidada, ¿y si no salía bien?, pero  se acordó de su magnífica cuadrilla de duendes y se puso manos a la obra, le encantaba trabajar con los ellos y si era para contar historias más aún. Rauda y veloz los reunió en sus aposentos, que estaban repletos de libros llenos de vida. Allí se habían vivido miles de fantásticas y mágicas historias. Les contó la idea, ellos encantados de formar parte de un proyecto tan divertido rápidamente comenzaron a trabajar. 
 No perdían ni un segundo, preparaban sus historias siempre que tenían un ratito. Los duendes trabajaban duro, casi no descansaban, sabían que su labor el día de Navidad era muy importante.


 Prepararon sus uniformes cuenteros y ensayaron muchísimo día tras día, siempre bajo la supervisión del Hada Biblioteca y del Hada Artista. La ilusión era tanta que no les importaba perder sus ratitos de descanso.




  Habían trabajado tanto que sin darse cuenta llegó el día en el que el castillo se llenaría de familias. Risas, nervios, prisas... y muchas ganas de hacer disfrutar a los pequeños era lo que sentían los duendes. 

  Y por fin llegó la hora. Comenzaba la contada. En primer lugar con los chicos mayores. Los nervios estaban presentes, era la primera vez que en esas fechas tan señaladas para el castillo sus historias estarían presentes. Todo estaba preparado y comenzaron. El cascanueces, Los tres Reyes magos, Crispín el cerdito que lo tenía todo... los personajes empezaban a salir de los libros y a cobrar vida. Se hizo la magia, los niños del pueblo atendían a todo con los ojos bien abiertos.


 

 Todo iba genial, incluso bailaron alrededor del árbol. ¡Qué bien lo pasaron!
 

 Casi sin tiempo de descansar ni de tomar un exquisito chocolate, marcharon al lugar donde otro numeroso grupo de niños esperaban impacientes sus relatos. ¡Qué bonito estaba todo! Globos de colores, bolas de navidad y muchas muchas estrellas. Había mucha gente, no solo estaban los niños también sus padres que querían escuchar las historias de los famosos duendes cuenteros de la Navidad. Y comenzaron. Uno tras otro iban relatando sus aventuras, daba gusto ver las caritas de los niños, algunos ni pestañeaban. Cada vez lo iban haciendo mejor, se les notaba disfrutar a ellos, a los pequeños y a los papás y mamás que estaban presentes. Y eso que contar allí no era fácil.




                     

  Nada más terminar y sin parar ni un solo segundo para probar los deliciosos bizcochos realizados por las mujeres del pueblo, los duendes llegaron al portal de Belén. Los más pequeños del castillo daban vida a San José, María, los pastores, SS.MM. Los Reyes Magos de Oriente, ¡qué maravilla de Belén!. Pero aquella sería su tercera y última contada. Estaban mucho más tranquilos pero algo más tristones porque todo terminaría en un ratito. 

 Entraron cantando y presentándose con una alegría desbordante, querían captar la atención de los pequeños y vaya si lo lograron. Se entregaron al máximo contando Olivia y la carta a los Reyes Magos, Navidad en el pueblo de Bullerby y Cuando a Matías le entraron ganas de hacer pis la noche de Reyes entre otros relatos. Se divirtieron mucho y terminaron todos, duendes, niños y hadas cantando villancicos y bailando.



  Todo había terminado y los duendes junto con el Hada Biblioteca y el Hada Artista se marcharon a su guarida, como les gustaba llamar al lugar en el cual se sentían verdaderamente felices y donde la magia de los libros y los personajes que habitan en ellos, hacían que surgieran historias como esta.


Y colorín colorado este cuento de duendes se ha acabado.

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